Un aporte CIC

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Arte y Cultura

Junto a Neruda con Rimbaud

“A la aurora, armados de una ardiente paciencia,
entraremos a las espléndidas ciudades”.

martes, 14 de mayo de 2013

Felipe Antonio Yévenes Crisóstomo



Federico Krampack /
Felipe Antonio Yévenes Crisóstomo

Comunicador audiovisual, autor, poeta, y reconocido DJ de la región del Biobío, Federico Krampack (o como su homónimo, Felipe Yévenes) desde diciembre del 2002 publica el fanzine PLANETA Z, publicación que concentra filosofía y crítica socio cultural, pedagogía libertaria, influencia cinematográfica, medios de comunicación, género y sexualidad (acompañada de una gráfica basada en textos intervenidos y collages hechos a mano).
En 2010, se le otorga el Primer Premio de Poesía (menores de 33 años) por “La Nación Que No Miente” (poema que consta de una crítica social anticlerical y antinacionalista), en el marco del Concurso Bicentenario de Cuento y Poesía, organizado por la Comisión Bicentenario de la República de Chile. En el mismo contexto de las conmemoraciones, es seleccionado por su obra “Nación Perpetua” para una exhibición masiva de carácter internacional en el Convent de Sant Agustí (Barcelona, España). El mismo año, Diario El Sur S.A de la ciudad de Concepción, lo distingue como uno de los ’50 líderes jóvenes del año’ en virtud de sus méritos personales y ‘su valioso aporte al desarrollo de la región’.
En 2011, el fanzine PLANETA Z logra extenderse y consolidarse más, en 2 ferias y exposiciones de carácter internacional de publicaciones independientes y de autor (en Nueva York, EE.UU.; y Reykjavík, Islandia), ambas organizadas por Arts & Sciences Projects. Además, colabora en el primer fanzine de la misma entidad titulado “Wall Papers”, que tiene su lanzamiento oficial en la legendaria librería St. Mark Bookshop.




POEMAS
Por Federico Krampack


NACIÓN PERPETUA


Señor, ¿porqué siempre me haces sentir tan galán y tan triste? /
Siempre tan bello, tan membrudo, tan ambiguo, como el sonido de tus latidos /
Siempre tan de capa caída, de carácter pulido, con el corazón embetunado como cera /
Me lo decían las reinas del cardumen, de la canción, de la bestial televisión /
Me lanzaste a la orilla del lago, como Sir Wilde, como la gallina del Sur /
Bello y zángano, siempre el mismo cuento, la misma alegoría / Sin error /
Bello y zángano, Señor, te beso, te inhalo y rezo por ti / Si claro, como no /
Me saco estas capas resecas de lágrimas / Tú, sácate las tuyas / Toma, sécate.

Me aseguro de que TU cuchillo esté tibiecito y TU mesa esté impecable / Oui monsieur!
Ahora ven y maneja esto sobre la carretera como una estrella de cine, Señor /
Con vaselina o rock n’ roll, para que puedas saborear todo mi lamento y sopor /
No te creas James Dean. Tampoco Redentor. Ni mucho menos Monarca /
Sé lo que soy. No me vengas con más plegarias de carnicería /
Soy hombre / Nacido en cuna estándar. Sin tornasoles. Sin bronca /
Soy bien afortunado / Criado con leche y empanada. Con mucho cariño /
Soy niño / El rojo de mi pelo era la pelotera diaria. Sanguinarios en uniforme escolar /
Soy púber y lozano / Con genitales sin uso y un gato Silvestre con Piolín en el bolso /
Soy jinete / Soy revoltoso /
Soy racional / Raciono siempre el almuerzo del día anterior.


Soy bien hombre /
Me gustan los hombres /
También las mujeres /
Piadoso de mi religión, sin fábricas /
Soy religioso /
Sin sotana ni estaca /
Dios es mi perdición / Dios no existe / Yo tampoco /


Soy hombre /
Soy punk / Soy hambriento / Soy prójimo /
Soy misericordioso / Soy prodigioso /
Soy hombre /
También mujer /
Fuerte como sartén / Avispado como zorro /
Tenaz como mapuche / Fogoso como cráter /
Y suave como el lino /
Como el verdadero hombre que soy.





EL IDIOTA


La Iglesia arde.
El Gobierno arde.
Y tu ano, también.
Su Excelencia carece de cordura y centímetros patrimoniales de decencia.
Su Excelencia es un eterno Hombre de Hojalata,
esperando que le pongan aceite y la rayuela en el huerto de Falabella.
La gente, al unísono, se mete demasiadas cosas a la boca.
Botellas, chatarra, groserías, moral, modales, crucifijos enormes,
órganos sexuales pérfidos, comedias y el espíritu podrido de LUN.cl.

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Son la Iglesia Macabra del Pueblo:
1 -Peor que el Cristianismo Mundano come-farándula y come-cerebros.
2 -Peor que la Democracia vestida de izquierda fascista con el hacha.
3 -Peor que una Empresa queriendo jugar al pozo
y el péndulo con créditos y bonos.
4- Peor que un País que no sabe de educación ni de manzanas para niños.


Esta Iglesia Macabra ni siquiera se palpa el corazón pulposo.
Ni siquiera revisa la billetera cuando hay que pasarle al niño del supermercado.
Ni siquiera va en defensa de los segregados ni de los jóvenes violados.
Su corazón es una zona virgen y sin penetrar, como esfínter de convento.
Su corazón es una tierra que pareciera estar patrullada por cuervos de AFP.
Caminando por la ciudad de la Mugre y la Furia, nada me descompone más
que ver a mujeres, hombres y niños de Hojalata multiplicados por cien.


El Virreinato perfecto de la Miseria Criolla:
Su Excelencia chapoteando en cloroformo y amnesia exquisita.
La Iglesia Macabra, que sigue a sus rubias debilidades y zánganos de intelecto,
chapoteando en un océano de vulgaridad con mermelada histórica.
Pastosa, enmarañada, enfermiza, perpetua, perpetuamente imbécil e incolora.
Buscaremos esos pañuelos y banderas negras como el ébano y la Tierra.
Buscaremos esos corazones rojos que quieren celebrar su anarquía y su amor.
Buscaremos personas que quieren salir de la cápsula dormida nazi-o-anal.
Buscaremos almas insurrectas, cabezas limpias y cuerpos imperfectos.
Feos, sin edad, sin sexo, sin patria, gordos,
de pelo rojo, con arrugas, con heridas,
con lágrimas, con sueños, inquietos y ardientes para una lucha heterogénea.
Para una obra descomunal de belleza, sin televisión, sin cultos, sin rótulos.
Habrá pájaros en el cielo de todos los colores queriendo cagarse en el Sillón.
Habrá pájaros como que no harán el papel de Idiota.




PEQUEÑO GRAN HOMBRE
(Para D.)


Contengo la maleta lánguida,
repleta de recuerdos voluptuosos y papeles estropeados,
entre el tapiz de hojarasca que me pediste,
con mis lágrimas atrancadas en la garganta,
el escozor que me chupa la boca, con aliento a miel y a frambuesa,
estirando mis pies y saboreando el hierro del sin querer.


Te contengo en mis brazos de robot o de campesino,
recordando la pasión de la Crawford o el arrumaco del Valentino,
acicalado de cuero negro y trapo vagabundo,
afiliado en la pantalla dorada del terminal relleno de cáncer,
el jugo de caracol, capas de lagañas
y las ancianas ceñidas en sus bufandas con soberbio olor a castañas.


Domino el pan con queso,
estrujando el puño y degustando la sangre fresca en el paladar,
aleteando con las papilas tus besos de chiquillo pegajoso y amante mocetón,
escandalizando a la plebe y poniendo verdes a los melindrosos,
dándoles material de investigación a los niños sin explotar,
haciendo gritar al continente de carrozas con su arte barato
y grotescas chozas de agasajos.


Hemos caminado por la vida y por la calle 333 como dos polillas sórdidas,
como dos picantes sublevados de esta larga y angosta faja,
como dos discípulos criollos del under, sin cóndor ni huemul,
bailando la Madonna u otra Blanca Nieves con voz cruda y piel de tesoro,
entremedio de crestas rojas tal gallinas y remaches en línea,
embobados por el fuego de la Gabriela y por los versos pujantes de Neftalí,
pulsando el cuchicheo milenario en una verdadera revolución,
con el sudor de la mujerzuela de oro o el taxiboy de lujo.


Nos creemos divos, estrellas, marineros, golfos y colosos,
al lado del adolescente forrado en dólar
o de la que se cree musa del Almodóvar,
bañados en la salsa inmaculada y espartana de nuestros días.
Es la crema caliente de nuestros corazones saturados de neón y corrupción,
la que se ha revuelto día y noche sin parpadear,
nos ha hecho comer sin titubear
y nos ha deleitado con amor sin flojear.


Han sido tus palabras y versos mezquinos,
tu jolgorio de chacotero medieval,
tu historial de guión latinoamericano,
tus piernas de azúcar y tu espalda forrada en néctar,
esa mirada a lo James Dean, con el cigarro famélico y a lo más rockabilly,
con empanada en una mano y el carbón del Sur en la otra, 
las membranas desmayadas y tus porfiadas algazaras,
lo que siempre me ha hecho sucumbir en una cama feliz,
con vino en vaso y bizcocho al paso, con eco y desliz.


Nos hemos visto a la odalisca Taylor y al Hombre de Hojalata,
pero nos faltan kilómetros de la Dietrich o de la Monroe.
Desde niño, me he metido con perros y sabuesos para la historia,
centímetros de sexo obsceno a quemarropa,
y monstruos bizantinos de color gris y afable matiz.
Tú te has sumergido en similares aguas borrascosas,
toreando la fantasía del blanco y negro, la sangre de ketchup y el Technicolor,
babeando con el pecho potente del británico de los ojos azules
o la boca melosa del galán insolente con similar cardumen.


Qué importa cuanto hayamos visto o cuanto hayamos hecho el amor,
entre la Greta Garbo o la Dimensión Desconocida,
y hasta la del caliente tranvía,  entre el acto de amamantar o el de eructar,
el de reír por ganas o de comer con trabas.
Hagamos silencio, sin despertar a las brujas otoñales y abuelas de ladrido,
enfrascadas en destruirnos o de destruirse, en querernos o de no dejarnos querer.
Siempre querré terminar tumbado a tu lado,
como osito de felpa, como fogoso de alcázar,
como estrella en su galaxia.
Siempre. Siempre. Siempre.
Aunque lo repita mil veces te lo dejo en claro,
para que después no nos matemos a palos.


Qué importa, Pequeño Gran Hombre,
si la pantalla dorada nos seguirá por donde estemos,
porque aún la pelota robusta, reina y amarillenta ésa no nace,
ni tampoco esa otra gordinflona con cara de corcho leche,
que se esmera pronto en esconderse.
Los párpados me pesan como lienzos de raso y los dedos me palpitan,
pero aún no le pongo STOP a la película.
Ni con PLAY o el PAUSE me puedo detener,
porque es lo único que sé, sin pilas, sin esfuerzo, sin levantar un cuesco.
Te extraño en harapos y diamantes,
te deseo con o sin salsa nívea y te amaré hasta empalidecer,
entre películas plateadas de antología
o megaproducciones viles de pacotilla.








MI PROPIA RITA HAYWORTH
(Para A.)



Parto estas líneas riéndome,
parto rascándome,
parto desayunando,
parto menoscabando.
Siempre he estado recordándote y husmeándote a kilómetros,
con tu risa de cortesana
y caderas de Odalisca titánica,
con ese par de serpientes debajo de tu ropa americana,
listas para poner en jaque a los hombres
y sacarles ronchas a las mujeres.


Igual que ésa Rita en el clásico del Noir,
sacándose el guante negro y dejándolos a todos en ascuas,
en especial a los funcionarios y a los usuales perdedores,
meneándose como nunca en el cine,
bamboleándose como jamás en la historia,
esperando saciarse a tus anchas o tal vez matarte con un ancla.


Viniste a mí por accidente, igual que la cocción de nuestras vidas,
algo desmayadas, algo perturbadas, algo dislocadas.
Quizás fue por un pusilánime adicto,
por alguna putita de Barrio Alto que chupaba sangre, ilusión e intelecto,
o por algún otro energúmeno cinéfilo que te llamaba de vez en cuando,
rompiendo corazones y paciencias,
preguntándote si habías visto la última basura de cortometraje ABC1,
o si habías escuchado la última metida de patas del sistema de estudios,
si barajaste la última discusión a pastel y cincel con tu querida madre,
si tumbaste a esa millonaria que mató aquel mosquito con tu cuerpo,
si te comiste la codiciada vienesa ésa de Tercer Año,
o te embobaste de nuevo con ese calvo rico y su medio palo.



No importa la noche anterior o la tarde de porquería,
porque nos pondremos al día con tenaces calorías y tacitas de café de grano,
al lado de tus cigarros de diva que me molestan
y de mis comentarios de puercoespín que te encrespan.


Quizás fuimos Rock Hudson con la Doris Day en otro tiempo,
quizás fuimos culo y bragas en otra época,
quizás debimos ser monja y sacerdote para tener más complicidad.
O bien amo y esclavo en una era racista,
cadena y piel,  hortaliza y cuchillo,
o tal vez empezamos como bacteria, polvo y escollo.

O quizás estuvimos casados en una era yanqui a lo fifties,
con televisor nuevo, propaganda fresca y platillos voladores,
Elvis y crisis, la Guerra Fría y spot de cereales en todos los canales.


Quién sabe si fuimos o no,
quien sabe si hemos sido eso o lo otro,
o gusano y manzana,
o hermano y hermana,
o amigo y amiga,
o ángel y demonio.
Nadie sabe en realidad lo que hemos sido por tanto tiempo,
ni tampoco nadie ha sabido lo que nos hemos dicho en tanto ciclo.


Mientras escribo, tú quizás estés durmiendo.
Mientras yo esté durmiendo, tú quizás estés implorando.
¿Te fijas, querida?
Siempre disparejos, siempre eternos, siempre el mismo cuento.
Somos lo que le faltaba a nuestro zángano y gozador Chile:
algo de escándalo sonoro,  algo de diversión,  algo de asilo contra la opresión.

Lejano o cercano,
tieso o lacio,
hermosa o monstruosa,
entre la cordillera de los Andes
o el rascacielos de la contrincante,
en la metrópoli de los lobos con piel de oveja
o en la empresa de cerdos con una que otra verga,
fuiste y serás siempre mi Rita Hayworth,
con un piano de Chopin
o una cumbia de mala muerte,
en color reventado
o mustio acaramelado,
con amor en el pecho
o dolor en los huesos,
aunque te den mil y un cosquillas,
o te sangren de nuevo esas viejas heridas.

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